jueves, 10 de enero de 2013

Ains...

Y ahora, para colmo, llego a la final de la Sortija... Siesjke... Cuando uno no dispone de tiempo y se le vienen las cosas encima...

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Cambios...

La vida está llena de cambios. La vida en sí ya es un cambio, constante, diario. Y como todo en esta vida, lo único que decide tu futuro son tus decisiones.

Mi cambio llega ahora, en el 2013. Un giro "inesperado" (buscado, pero no esperado con tanta premura), me situará en una dimensión que no esperaba que fuera tan radical. Hace unos meses me habían propuesto un puesto de jefe de cocina en un restaurant muy bueno, buenísimo según mi punto de vista, pero el mundo gira y las cosas cambian de la noche a la mañana, y por otros lares me han propuesto llevar la cocina de un local. Solo, sin nadie por encima. Y eso es muchísima responsabilidad, muchísimas horas de trabajo a invertir, tanto en las horas de trabajo como en casa. Un sueldo digno (por fin), un reconocimiento a mi trayectoria laboral (por fin también), y un proyecto/reto que me hace mucha ilusión, porque dejan en mis manos, apoyado por los dos jefes que voy a tener, de empezar desde cero un negocio al que sacarle rendimiento y recoger los frutos. Ya les he mostrado el proyecto que tengo para el pequeño restaurante, las ideas de negocio, los números (lo más difícil de todo), todo el trabajo a desempeñar por parte de todos y que, siendo yo un simple empleado de ellos, veo que voy a llevar las riendas, incluso por encima de ellos mismos. Estoy ilusionado y tengo miedo, a partes iguales.

Y todo esto es para reflexionar sobre lo demás que circunda a mi alrededor. Una de las cosas más importantes: escribir. Este trabajo me quitará muchas horas "sociales" y mucho tiempo para emplearlo en la escritura; así que mi trabajo será doble porque esto último no quiero dejarlo. Quizá me veáis menos por aquí, por allí... por los foros, las Justas y demás, aunque espero que sólo sea los primeros meses, hasta que el negocio camine por sí solo.

Voy a darle toda la caña que pueda, a todo. Pero esto, escribir, es algo que no puedo dejar de lado.

¡Y menos ahora que ha vuelto El Cuentacuentos!

He dicho (escrito).

P.D.: Se me olvidaba... por si se acaba el mundo este mismo viernes, ha sido un placer escribir estas últimas letras...

jueves, 6 de diciembre de 2012

Ayer...

Ayer por la tarde fui a la biblioteca. Sí. Hacía muchísimo tiempo que no iba. Acompañé a mi pareja ha terminar un estudio para la universidad, y mientras ella investigaba yo me recorrí las diversas estanterías, buscando "por buscar", hasta que encontré un pequeño libro de Cortázar. Lo cogí y me senté en una mesa central a leerlo. Lo que son las cosas... Se respiraba una calma total (la que no tengo en casa), y pude profundizar tranquilamente en la lectura. Pero ocurrían cosas. Cosas a mi alrededor. Fui consciente de ellas en cuanto me fijé en dos chicas que reían, ocultándose el rostro con la mano. Se levantaron de la mesa donde estaban y se dirigieron a la mitad del pasillo. Mientras, en la zona de los ordenadores había un chiquillo que sostenía, nervioso, un diccionario entre sus manos. Lo iba volteando sin cesar. Me levanté y fui hacia el hombre que vigila la sala para preguntarle qué función hacían allí aquellos ordenadores y me contestó que estaban para poder acceder a internet, pero que sólo era posible permanecer quince minutos. Volví a mi lugar y observé al chiquillo. Un usuario se levantó y el chiquillo corrió hacia él. Le preguntó algo, no supe el qué, y el otro le cedió la silla. Luego se puso a mirar el Facebook. Las dos chicas estaban aún en pie al otro lado de la sala. Miraban en dirección a una mesa que había contra la pared, justo delante de mí. Había un joven que escribía en su cuaderno, con dos o tres libros abiertos frente a él. De pronto el chiquillo se levanta y se aleja lo suficiente para poder observar el resto de ordenadores. Me fijé en la pantalla. Estaba completamente azul. Mientras iba leyendo párrafos de Cortázar. Cuando vi movimiento alcé de nuevo la vista y vi cómo el chavalín se dirigía hacia otro usuario y una de las chicas caminaba en dirección opuesta, hacia la mesa del joven que escribía; su amiga la esperaba sonriente en la esquina del pasillo. El chiquillo dio las gracias al que le cedió el asiento y volvió a entrar en Facebook. La que estaba hablando con el joven del cuaderno se sonrojó y reculó sus pasos hasta donde se encontraba su amiga. Ambas se giraron hacia mí, y por lo tanto podía ver sus caras. Estaban sonrientes las dos, jubilosas, y abandonaron la estancia donde yo me encontraba. El joven del cuaderno se recostó contra el respaldo de la silla y dejó las gafas sobre los escritos. El chiquillo dio un respingo cuando el vigilante se le acercó por la espalda y le recriminó que todos los días hacía lo mismo, y que esos ordenadores no estaban ahí para eso. Le obligó a levantarse y lo acompañó hasta la boca de las escaleras que descendían al piso inferior, el de la salida a la calle. El joven del cuaderno estaba escribiendo un mensaje en el móvil mostrando una sonrisa de oreja a oreja. Y yo, mientras tanto, esperando a mi pareja, viendo lo que ocurría a mi alrededor (y que a la vez me divertía), y sosteniendo entre mis manos un pequeño libro de Cortázar. Lo que son las cosas...

Todo esto no lo podría resumir en cincuenta palabras. Aunque no ha sido precisamente por eso por lo que me han descabalgado de las Micro Justas esta vez... Esperaremos la Sortija, a ver si es verdad que me viene como anillo al dedo.

Ahora sólo me queda imaginar qué ocurrirá en los próximos días. Si el chiquillo volverá a sus andadas, si la chica y el chico se verán una vez más y si... devolveré el libro que me llevé prestado, de Cortázar. 

domingo, 2 de diciembre de 2012

Y ya salió...

Ya podéis descargar el II Premio Ultratumba de Javier Herce, donde aparece un relato mío (Tsommdbie), junto a otros textos de peña güena, güena, de verdad. Tenéis la opción de descargarlo en PDF o leerlo directamente desde internet, como vosotros queráis.

Aquí el enlace:
Un Halloween de Ultratumba II

Aquí la portada:



Espero que os aproveche... ;)

miércoles, 28 de noviembre de 2012

¡Se acabó!

Sí. Se terminó el NaNo. Al menos para mí. Quedan dos días para llegar al límite y me he quedado en algo más de 38.000 palabras. Pero no pasa nada. Estoy contento para ser la primera vez.

Como toda primera vez, siempre es menos de lo que uno espera. No sé si a vosotros os ocurrió lo mismo; pero en mi caso fue así. Éramos jóvenes e inexpertos, y lo que tenía que ser una formidable iniciación al placer del adulto, por ambas partes, no llegó más que a un rápido y tímido "tira y afloja" en el que casi nos pillan en pleno proceso. En fin... otra historia más de romanos.

Pues habiendo terminado el NaNo, sólo me queda ahondar en lo que he escrito y hacerlo decente para poder, como mínimo, quedar contento. Y es curioso porque, mientras escribía la novela, una avalancha de ideas nuevas me atacaban, intentaban que apartara mi atención de la historia para dedicarla a tomar apuntes; apuntes que seguían su proceso natural (lo que empezaba siendo una frase terminaba como un párrafo, y luego otro, y otro más). Ahora mismo tengo unas cuantas historias a la espera de ser agarradas por el pescuezo y hacerlas vomitar sobre el Gran Blanco. Una de esas ideas fue la que desembocó en un relato que empecé como el resto, con la primera frase, y ha acabado siendo una historia de más de 5.000 palabras que concluyó al día siguiente. Esa historia ya tiene destino: Steamtales. Sólo faltan retocar un par o tres de cosas y a mandarla a tomar viento cibernético. Otra de esas historias será, lo más seguro, la que coja para moldearla todo lo que pueda, y se vaya a visitar a los amigos del Calabazas. Y otra más, aunque esa se quedará en casa, y que trata sobre lo más trillado que hay ahora mismo: los zombis. Sí, Zombis. Más que zombis... yo diría que son Hoolz... porque nunca puede saberse qué ocurriría si los dos grupos de hooligans más famosos de este país se encontraran en las gradas de un gran estadio de fútbol... Y menos sí, cada uno de esos grupúsculos lo conformaran hordas de zombis hambrientos de lucha y de carne; y que el protagonista, Carlos, fuera un recién admitido dentro del grupo especial de los antidisturbios de los Mossos d'Esquadra... Habrán muertes, carreras y hostias (¡a mansalva!). Vamos... lo típico dentro del mundillo Hool. Sé de lo que hablo. 

Y hasta aquí puedo escribir...

jueves, 22 de noviembre de 2012

La penumbra de la esfinge


La oscuridad era total.

Hacía tres días que la luz se había consumido, apagándose en un abrir y cerrar de ojos y dejando la sala de la esfinge en completa negrura.

«No se alteren, por favor, y siéntense en el suelo contra la pared», eran las únicas palabras que el guía del grupo supo pronunciar, y las repitió en voz alta entre la bulla de voces nerviosas. Sentí cómo manos y piernas me tocaban, me empujaban, alterados, hasta hacerme daño. Me dejé arrastrar contra la pared hasta quedar sentada en el suelo. Así noté el aliento de un fétido fumador a mi lado, respirando con angustia, rezándole en voz baja a la oscuridad.

Los gritos se fueron acallando lentamente con el paso del tiempo. Tan sólo algún quejido aislado, algún sollozo tímido, algún sonido de ropa refregándose contra la pared, fue lo que logré escuchar. Me mantuve callada y cauta.

A veces accionaba la luz del móvil para poder alumbrar a mi alrededor. Podía ver los rostros de pavor que mostraban mis compañeros, atenuados por la luz mortecina del teléfono, hasta que éste dejó de funcionar.

Entonces se hizo el silencio. Un gruñido lejano de vez en cuando; algún sollozo extraviado que zozobraba a través del mutismo colectivo. Cuando escuché un lejano ronroneo intuí que pronto volvería la electricidad, y que por fin saldríamos de aquel maldito agujero.

De repente la luz irrumpió con fuerza, y me cegó durante unos instantes. Cuando mis pupilas se contrajeron, cuando volvieron a su estado natural, empezó mi locura. A mi alrededor estaban los compañeros inmóviles, con la piel reseca y arrugada, con sus cuerpos drenados, cadavéricos, y los ojos colgando sobre los pómulos agrietados, pendientes de los orificios por sus finos y rojizos nervios. Me llevé las manos a la boca para intentar reprimir la histeria en la que me encontraba y vi, cerca de mí, un surco sanguinolento que desaparecía por entre mis piernas. Justo en ese momento percibí que algo reptaba por mi espalda, y al notar sus dientes perforándome la piel comprendí que era demasiado tarde.

Éste es el minirrelato con el que participé en el concurso de Fantasti'cs '12; pero como ya han salido los finalistas (y no está entre ellos), lo cuelgo aquí, por si alguien desea despotricarlo a conciencia...

Sed buenos. Sed de cerveza. 

Pesadillas de un niño que no duerme

He aquí otro de esos libros de antologías que adquirí, una tarde algo... alcohólica, de manos de su mismo creador. Con un total de 34 relatos, Juan Ángel Laguna Edroso, para muchos "Kachi" o "Patapalo", ha querido mostrarnos su lado más amable dentro del terror.

Muchos de esos relatos me han fascinado. No sólo por la idea o por la historia en sí, sino por su buen manejo del diccionario y su habilidad para recrear la atmósfera que permite escenificar la historia en imágenes dentro de la cabeza. Me gusta mucho el estilo que utiliza. Quizá haya algún que otro relato que me ha agradado menos que el resto aunque, en general, creo que es un libro que todo amante del terror español debería tener dispuesto en su estantería.

Aquí lo que la editorial (23 escalones) imprime en la contraportada:

Pesadillas de un niño que no duerme se articula en torno a dos ejes: el terror onírico como terreno fértil para la fantasía oscura y la ingenua mirada infantil como motor para lanzarse a la creación y al ejercicio de fabular historias. Con un hilo conductor tan mudable, es comprensible que los relatos recogidos en esta antología oscilen entre la fantasía más surreal y el realismo más perturbador, a veces mezclándose ambos extremos sin solución de continuidad, pues el universo de las pesadillas no se restringe a lo fantástico y, afortunadamente, nos hemos habituado a navegar entre ambos mares sin cambiar de barco.

«El Casco Viejo era un dédalo insondable para los extraños: calles que morían sin previo aviso, pasajes que sorteaban los combados edificios, arcos abiertos como hambrientas bocas de cíclope, vestigios de épocas pasadas, oscuros caserones que mostraban generosos sus entrañas, enrejados sumideros por los que se perdían las aguas pluviales y, en el rincón más insospechado, una puerta al submundo. La rata se la mostró al final de la trastienda de un taxidermista. Tras las cortinas de pellejos secándose, más allá de las estanterías repletas de botes de conservantes y tarros llenos de ojos brillantes como cuentas, una tapa obstruía un túnel, un túnel conducía a las profundidades y las profundidades prometían un reencuentro. Ahí empezaba el verdadero laberinto».

Aquí la portada del libro: