jueves, 6 de diciembre de 2012

Ayer...

Ayer por la tarde fui a la biblioteca. Sí. Hacía muchísimo tiempo que no iba. Acompañé a mi pareja ha terminar un estudio para la universidad, y mientras ella investigaba yo me recorrí las diversas estanterías, buscando "por buscar", hasta que encontré un pequeño libro de Cortázar. Lo cogí y me senté en una mesa central a leerlo. Lo que son las cosas... Se respiraba una calma total (la que no tengo en casa), y pude profundizar tranquilamente en la lectura. Pero ocurrían cosas. Cosas a mi alrededor. Fui consciente de ellas en cuanto me fijé en dos chicas que reían, ocultándose el rostro con la mano. Se levantaron de la mesa donde estaban y se dirigieron a la mitad del pasillo. Mientras, en la zona de los ordenadores había un chiquillo que sostenía, nervioso, un diccionario entre sus manos. Lo iba volteando sin cesar. Me levanté y fui hacia el hombre que vigila la sala para preguntarle qué función hacían allí aquellos ordenadores y me contestó que estaban para poder acceder a internet, pero que sólo era posible permanecer quince minutos. Volví a mi lugar y observé al chiquillo. Un usuario se levantó y el chiquillo corrió hacia él. Le preguntó algo, no supe el qué, y el otro le cedió la silla. Luego se puso a mirar el Facebook. Las dos chicas estaban aún en pie al otro lado de la sala. Miraban en dirección a una mesa que había contra la pared, justo delante de mí. Había un joven que escribía en su cuaderno, con dos o tres libros abiertos frente a él. De pronto el chiquillo se levanta y se aleja lo suficiente para poder observar el resto de ordenadores. Me fijé en la pantalla. Estaba completamente azul. Mientras iba leyendo párrafos de Cortázar. Cuando vi movimiento alcé de nuevo la vista y vi cómo el chavalín se dirigía hacia otro usuario y una de las chicas caminaba en dirección opuesta, hacia la mesa del joven que escribía; su amiga la esperaba sonriente en la esquina del pasillo. El chiquillo dio las gracias al que le cedió el asiento y volvió a entrar en Facebook. La que estaba hablando con el joven del cuaderno se sonrojó y reculó sus pasos hasta donde se encontraba su amiga. Ambas se giraron hacia mí, y por lo tanto podía ver sus caras. Estaban sonrientes las dos, jubilosas, y abandonaron la estancia donde yo me encontraba. El joven del cuaderno se recostó contra el respaldo de la silla y dejó las gafas sobre los escritos. El chiquillo dio un respingo cuando el vigilante se le acercó por la espalda y le recriminó que todos los días hacía lo mismo, y que esos ordenadores no estaban ahí para eso. Le obligó a levantarse y lo acompañó hasta la boca de las escaleras que descendían al piso inferior, el de la salida a la calle. El joven del cuaderno estaba escribiendo un mensaje en el móvil mostrando una sonrisa de oreja a oreja. Y yo, mientras tanto, esperando a mi pareja, viendo lo que ocurría a mi alrededor (y que a la vez me divertía), y sosteniendo entre mis manos un pequeño libro de Cortázar. Lo que son las cosas...

Todo esto no lo podría resumir en cincuenta palabras. Aunque no ha sido precisamente por eso por lo que me han descabalgado de las Micro Justas esta vez... Esperaremos la Sortija, a ver si es verdad que me viene como anillo al dedo.

Ahora sólo me queda imaginar qué ocurrirá en los próximos días. Si el chiquillo volverá a sus andadas, si la chica y el chico se verán una vez más y si... devolveré el libro que me llevé prestado, de Cortázar. 

3 comentarios:

  1. Miradas, pasos, pasillos, teclea, lee, escribe, sonrie, oculta, susurra, envía, recibe, y todo ello en una habitación. Imagina lo que tiene que suceder fuera! No me pierdo la continuación! ¿qué dices? Nada de devolverlo! Al menos hasta que lo termines o termine este ayer :)

    \=/ \=/

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  2. A ti te pasa en la biblioteca lo que a mi en el metro, que mientras estoy con mi lectura y/o música tengo mil historias al rededor que no puedo dejar de mirar...

    Devuelve el libro, pero primero te lo lees.

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